Clozapina: La esquizofrenia y los peligros de la medicación psiquiátrica

“Dedicado a: los locos que saben cuidar su libertad, a los locos que no saben y están en prisión o en los psiquiátricos”   Aquella es la dedicatoria de «Antología de la Locura», de Miguel Edwards, poeta clínicamente catalogado de esquizofrénico

Por Mauricio Becerra

30/05/2013

Publicado en

Especial Drogas / Portada / Salud

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Dedicado a: los locos que saben

cuidar su libertad, a los locos

que no saben y están en prisión

o en los psiquiátricos”

 

Aquella es la dedicatoria de «Antología de la Locura», de Miguel Edwards, poeta clínicamente catalogado de esquizofrénico. A lo largo de los años se ha esforzado en recopilar y publicar la poesía de los internos del Hospital Psiquiátrico de Valparaíso. Queremos extender, mediante este articulo, dicha dedicatoria a los locos que no están necesariamente en las cárceles y en los psiquiátricos, sino a quienes se encuentran obnubilados y retraídos en sus hogares, como producto de la híper-medicalización de la vida, promovida por la psiquiatría moderna y su constante relación con la mega-industria farmacéutica.   

El siete y doce de marzo pasados, uno de los miembros de nuestro colectivo, psicólogo de un COSAM (Centro Comunitario de Salud Mental) en Santiago, recibió la terrible noticia del fallecimiento de dos de sus pacientes, debido a un paro cardiorespiratorio. Al primero, residente hace años de un Hogar Protegido de la zona poniente de Santiago, simplemente se le negó el traslado al hospital correspondiente, alegando que la ambulancia no movilizaba pacientes “crónicos”, como era su caso. La segunda víctima fallece en su casa, en una comuna de la zona oriente de la capital, una hora después que el personal que lo asistió en su hogar lo haya declarado estable. Las familias afectadas manifestaron sus intenciones de hacer una denuncia por negligencia a los servicios de salud correspondientes, producto de no haber recibido un servicio de salud básico en una situación de urgencia.

Es de suma relevancia para nosotros informar y alertar a la opinión pública sobre estos casos. Casos en que ciudadanos altamente intervenidos sanitariamente durante su “enfermedad”, paradojalmente se mueren, precisamente, por falta de atención médica. En el fallecimiento de estas nuevas víctimas de la atención de salud pública chilena, hay dos factores comunes que nos interesa profundizar. Primero, ambas personas, cargaban hace años con el estigma (diagnóstico) de esquizofrenia; lo que en Chile se asocia a cronicidad, discapacidad y una suerte de desahucio anticipado. Segundo, ambas habían recibido tratamiento con clozapina, un fármaco antipsicótico considerado altamente eficaz en el mundo de la psiquiatría, pero cuya utilización tiene variados efectos negativos en el estado de salud general de quienes lo consumen.

CLOZAPINA: ¿CURA A LA ESQUIZOFRENIA?

La esquizofrenia, es uno de los cuadros psiquiátricos más difundidos, a pesar del escaso conocimiento científico que se tiene sobre sus causas. Es tratado por la psiquiatría fundamentalmente con psicofármacos, aun cuando la comprobada eficacia del tratamiento psicofarmacológico es ampliamente discutida por sectores especializados. Por lo anterior, las personas diagnosticadas con esquizofrenia son permanentemente sometidas a procedimientos médico-químicos que bien podríamos denominar experimentales.

Efectivamente, hasta el día de hoy se desconocen los mecanismos de acción de los fármacos “antipsicóticos”, así como de cualquier otro fármaco que afecta el sistema nervioso. Más de cincuenta años después de su introducción en el mercado farmacéutico internacional, han surgido serias dudas sobre su efectividad en la vida real, ya que un porcentaje considerable de personas diagnosticadas con esquizofrenia acaba abandonando el tratamiento debido a sus efectos secundarios y las nefastas consecuencias orgánicas que provoca el uso sostenido de estas drogas. Específicamente, en el tratamiento de la esquizofrenia existen serias dudas sobre la eficacia de los medicamentos para “aliviar síntomas”. De hecho, los “síntomas visibles” atribuidos al diagnóstico de esquizofrenia, como alucinaciones y delirios, antes que ser “curados”, son más bien inmovilizados, acallados y reemplazados por un dramático retraimiento y pérdida de nexo con su entorno social más cercano[i].

Particularmente, la clozapina -relacionada a los dos fallecimientos que relatábamos-, es uno de los psicofármacos reconocido, por los propios psiquiatras, como de los más agresivos. Este antipsicótico comenzó a administrarse en los 50’s, siendo su uso muy controversial desde el principio por sus numerosos efectos adversos y su frecuente correlación con casos de muerte. Aquello llevó, incluso, a la suspensión de su uso durante dos décadas en países como EEUU y Finlandia. Introducida en Chile en 1991, clozapina es el nombre del principio activo, que en Chile se comercializa en distintas versiones, detalladas a continuación:


Farmacéutica

Nombre Comercial

Laboratorios Recalcine S.A.

Dicomex 100mg; 25mg

Laboratorios Rider S.A.

Lodux 100mg; 25mg

Chemopharma S.A.

Clozapina 100mg, 25mg

Novartis Chile S.A.

Leponex 100mg; 25mg

Laboratorios Andrómaco S.A.

Clozapina 100mg; 50mg; 25mg

Fuente: Elaboración propia en base a datos de ISP (Instituto de Salud Pública), actualizado Enero 2013.

 La clozapina es un fármaco muy tóxico, ya que puede causar inflamación del músculo cardíaco con dolor de pecho, signos repentinos de insuficiencia o síntomas de falla cardíaca, taquicardia persistente e incluso muerte súbita (miocarditis). Sumado a eso, puede provocar dificultades en la respiración (disnea), paro respiratorio, arritmias, respiración entrecortada, y dolor en el tórax (tromboembolismo), además de agranulocitosis (una incapacidad irreversible para generar ciertos glóbulos blancos, que suele ser mortal). Por su parte, la empresa farmacéutica Recalcine S.A. reconoce, para su producto “Dicomex”, posibles efectos adversos, como la presencia de paros cardíacos o respiratorios en la etapa temprana de administración o al aumento de dosis, y síntomas como cefalea, vómitos y diarrea, ante la menor suspensión del fármaco.

Como se indicó, todas estas advertencias médicas, sumadas a la necesidad de un control periódico de los pacientes sometidos al tratamiento con clozapina – debido a la alta probabilidad de agranulocitosis – hacen que este antipsicótico se utilice como último recurso, sólo luego que otros fármacos no ofrezcan el efecto esperado. El protocolo médico chileno indica que debe probarse al menos con «dos o tres antipsicóticos antes»[ii] de recetar clozapina. En este sentido, podemos decir que este fármaco participa como un duro y violento “jugador de reserva” para combatir la esquizofrenia, utilizado, más bien, para asegurar la adhesión del paciente a la terapia psiquiátrica con psicofármacos, y no, como se dice, para controlar los síntomas positivos de la “enfermedad”.

¿Si ya han fracasado “dos o tres” psicofármacos antes, por qué insistir con un tercero o cuarto y que, además, supone tantos riesgos y complicaciones? ¿No sería más razonable asumir que el tratamiento farmacológico pre-escrito, simplemente, no sirve en ese paciente, y entonces cambiar la estrategia y probar con otras alternativas? Para ser claros, la pregunta de fondo que queremos dejar planteada es: si el uso de la clozapina está asociado a riesgos tan evidentes, y los profesionales de la salud lo saben ¿por qué persistir en su uso y no intentar con tratamientos alternativos que permitan una intervención distinta en el abordaje de estos casos?

LA SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS DE SALUD MENTAL: ¿MÁS CLOZAPINA?

En los documentos oficiales del Ministerio de Salud se lee que la esquizofrenia debe tratarse a través de intervenciones que conlleven apoyo familiar, social y comunitario. Se trata de dejar atrás el manicomio y el encierro, buscar la mejoría en la adaptación que puede lograr el paciente como sujeto en su entorno cotidiano, esto con el fin de disminuir gradualmente la hospitalización, reducir el uso de camas y lograr que las personas, históricamente recluidas en hospitales, puedan tratarse en otro lugar. En la práctica, el ejercicio médico es muy distinto. Principalmente, por una razón económica que apunta a la reducción de costos en salud por parte del Estado, y muy en la línea de la sostenida privatización de todos los servicios de salud del país, lo que se ha hecho es cambiar la antigua camisa de fuerza manicomial, por una camisa de fuerza química. Pasando del encierro en un recinto específico, al encierro dentro del propio hogar y de los límites de la corporalidad, perjudicando el bienestar global de las personas y asegurando enormes sumas de ganancia para la industria farmacéutica, como lo demuestra el extraordinario aumento de la importación de clozapina en Chile (ver gráfico).  

 


     Fuente: Elaboración propia en base a datos de ISP, actualizados a Noviembre 2012.

 

Desde nuestra mirada, queremos resaltar la gravedad de este panorama, por tres motivos fundamentales:

1.La clozapina expresa un traspaso de recursos desde el Estado a la industria farmacéutica que, a la larga, debe pagar el conjunto de la sociedad. El Estado, a través de las actuales políticas de Salud mental, valida y legitima el uso de psicofármacos, lo que asegura la compra y entrega de medicamentos psiquiátricos a la población, siendo para las empresas farmacéuticas una fuente de lucro permanente para una de las industrias más grandes de la historia. Pero ¿a qué costo, teniendo en cuenta los antecedentes con los que contamos respecto a las consecuencias del uso de un antipsicótico como la Clozapina? Diversas investigaciones muestran la posibilidad de desarrollar intervenciones psicosociales y modelos comunitarios de atención, experiencias de trabajo alternativas sin las soluciones químicas de la psiquiatría farmacológica que implican un daño directo en la calidad de vida global de las personas, tanto en el corto como en el largo plazo[iii].

 

2. El uso de clozapina implica un retroceso en el modelo comunitario en Salud mental y sus efectos negativos avalan la supuesta “cronicidad” de la esquizofrenia.

El uso de la clozapina desplaza intervenciones menos agresivas y verdaderamente comunitarias[iv] en el tratamiento de la locura, afianzando la supuesta “cronicidad” de una “enfermedad” que debe ser tratada médicamente sin interrupción, hasta el último día de la vida, para evitar “recaídas”, “crisis” o “descompensaciones”. Sumado a esto, en general, los pacientes medicados ven disminuida su capacidad de vincularse con la sociedad, de desempeñarse correctamente en eventuales trabajos o de establecer vínculos enriquecedores inmediatos con sus cercanos. Paradójicamente, se ha constatado que la calidad de vida de aquellos pacientes que siguen un tratamiento a largo plazo con antipsicóticos es mucho peor en comparación a los que no reciben medicación. Del mismo modo, algunos estudios muestran que el tratamiento con antipsicóticos parece incrementar el número de ingresos hospitalarios en gran parte de personas diagnosticadas con esquizofrenia frente a aquellas no tratadas, sobre todo cuando su tratamiento se ha extendido por varios años[v].

 3. La clozapina podría comenzar a ser usada para diagnósticos distintos de la esquizofrenia. Así como sucedió en su momento con el electroshock, utilizado actualmente para abordar no sólo síntomas psicóticos sino también depresiones graves con riesgo suicida, no resulta aventurado pensar que el tratamiento con este fármaco pueda extenderse a personas diagnosticadas con otras “patologías” psiquiátricas. Ha sucedido con jóvenes y niños “inquietos” (los llamados hiperactivos) que han comenzado a ser tratados con distintos psicofármacos, incluyendo antipsicóticos. Para dar muestra de esto, cabe mencionar que mientras terminábamos este artículo, nos hemos enterado que se ha incluido la clozapina en el protocolo farmacológico para el trastorno afectivo bipolar que ha sido incorporado recientemente a la lista de enfermedades cubiertas por el sistema AUGE – GES (MINSAL, 2013) ¿La finalidad? La misma mencionada anteriormente y que no tiene pleno consenso dentro de los mismos profesionales de la salud mental: atacar sintomatología positiva y mejorar la adherencia (o disminuir la resistencia) al tratamiento farmacológico.

UNA BREVE REFLEXIÓN FINAL

El “Centro de Acción Crítica en Salud Mental” busca dejar sentado el debate y la reflexión en torno a los peligros de la medicación psiquiátrica en personas diagnosticadas con esquizofrenia. La invitación es a pensar si corresponde abordar la locura – cuyo origen biológico no está determinado – con prácticas como las de la psiquiatría hegemónica, que es de orientación farmacológica. Esta promueve tratamientos psicofarmacológicos agresivos y peligrosos, que afectan violentamente al cuerpo, lo deterioran progresivamente y lo hacen dependiente de químicos. Tratamientos que convierten a las personas en adictas a las drogas implicadas y las ponen en riesgo de muerte. Personas que no sólo sufren las consecuencias a nivel físico, sino principalmente a nivel psicosocial: quedando retraídos, excluidos en un manicomio crecientemente distribuido, negados en su autonomía más básica, acallados y marginados de cualquier tipo de vínculo social mayor que el ser asistidos, discriminados para la inmersión en eventuales trabajos producto del estigma de “esquizofrénico” (u otros) y sin mayores posibilidades de integración, reconocimiento, ni validación de su diferencia ¿Son los locos enfermos o, simplemente, diferentes?

Los que nos hemos salvado, al menos hasta ahora, de esta verdadera oleada en el crecimiento de los diagnósticos y tratamientos psiquiátricos, hemos de preguntarnos si aceptaremos que la psiquiatría continúe privatizando el sufrimiento, psicologizando el malestar social y normalizando la diferencia. Si seguiremos aceptando un modelo único y hegemónico, ubicado ahí por intereses que muchas veces trascienden el éxito o fracaso de sus intervenciones, y que mueven sus influencias económicas para hacernos dependientes de “remedios” cuya función principal es, a fin de cuentas, devolvernos al orden imperante del mundo para que sigamos funcionando como éste espera que funcionemos. Si seguiremos aceptando ese mundo ciego y sordo, ese que cuando se enfrenta a verdaderas diferencias cambia el discurso típico de “la tolerancia” por prácticas y tratamientos discriminadores, estigmatizadores, acalladores e, incluso, muchas veces mortales.

 

*Dedicado a todos los locos, delirantes y alucinantes, que por cansarse de este mundo han sido llevados a la experimentación farmacéutica por ser demasiado diferentes.

 Centro de Acción Crítica en Salud Mental (CAC)[vi]

Advertencia necesaria: Si usted está tomando clozapina NO deje de consumirla sólo sobre la base de las consideraciones que se hacen en este artículo. Lamentablemente, los efectos de resaca por el re-establecimiento físico-químico del cerebro tiene efectos impredecibles a nivel orgánico, comportamental y subjetivo, por lo cual, este proceso de desintoxicación aconsejablemente debe realizarse bajo supervisión médica.


NOTAS

[i] Sobre el cuestionamiento de los tratamientos farmacológicos en Salud mental se pueden encontrar muchísimos artículos científicos especializados, principalmente en inglés. En nuestro idioma, podemos encontrar los siguientes libros con muchísimas referencias críticas sobre esta temática: Carlos Pérez Soto (2012) “Una nueva antipsiquiatría. Crítica y conocimiento de las técnicas de control psiquiátrico”. Santiago de Chile: LOM; Richard P. Bentall (2011) “Medicalizar la mente ¿Sirven de algo los tratamientos psiquiátricos?” Barcelona: Herder; Marino Pérez Álvarez y Héctor González Prado (2007) “La invención de los trastornos mentales ¿Escuchando al fármaco o al paciente?” Madrid: Alianza Editorial; John Read, Loren R. Mosher y Richard P. Bentall (eds.). (2006) “Modelos de locura. Aproximaciones psicológicas, sociales y biológicas a la esquizofrenia”. Barcelona: Herder.  

[ii]  En la “Guía Clínica para el Tratamiento de Personas desde el Primer Episodio de Esquizofrenia” del Ministerio de Salud (Gobierno de Chile, 2009), se señala en el punto “Recomendaciones Clave” – donde se sintetizan las recomendaciones de la guía – que debe administrarse clozapina luego de haber probado con dos antipsicóticos (p. 7). Luego la Guía «cambia de opinión», en la página 67, donde se presenta el flujograma para «la esquizofrenia refractaria», se señala que debe administrarse clozapina luego de haber probado con 3 antipsicóticos ¿2 antipsicóticos? ¿3? Sólo el psiquiatra lo sabe. Curiosa ambigüedad para un tratamiento “científicamente probado” que demuestra, explícitamente, el uso experimental basado en el ensayo y error que se hace con los psicofármacos en los mismos pacientes.  

[iii] Para conocer las experiencias alternativas mas importantes a nivel internacional de movimientos de usuarios, recomendamos leer el excelente artículo de Peter Lehmann “Alternativas a la psiquiatría” Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2013; 33 (117), 137-150.

[iv]Hacemos alusión a lo “verdaderamente comunitario” desde las experiencias de trabajo alternativas que han desarrollado movimientos de usuarios a nivel internacional para comprender y abordar la locura. Hoy en día en nuestro país, más allá del discurso comunitario de la política pública en Salud mental, son los fármacos el principal énfasis que tiene el abordaje de la esquizofrenia. Cualquier intento de comprensión desde un ámbito comunitario o psicosocial es “complementario”, y lo seguirá siendo mientras se piense que la esquizofrenia es una “enfermedad”, que los fármacos son realmente “efectivos” y que la persona, desde el momento en que se confirma su diagnóstico, es un “enfermo mental” o un “discapacitado psíquico” que ha dejado de producir para la sociedad, comenzando un camino que no tiene retorno, a no ser que adhiera a un tratamiento psiquiátrico.

[v] Sobre este tema las referencias fundamentales son R. Whitaker (2004). “The case against antipsychotic drugs: a 50-year record og doing more harm tan good”. Medical Hypotheses, 62, pp. 5-13 y A. Jablensky y otros (1992). “Schizophrenia: manifestations, incidence and course in different cultures. A world Health Organization tencountry study” Psychological Medicine, 20 (Monograph Suppl.) 1-95.

[vi]El “Centro de Acción Crítica en Salud Mental” (CAC) es un grupo formado por profesionales de la salud mental y otras áreas. Se trata de un grupo de investigación crítica e intervención social, en torno a diversas temáticas relacionadas con la salud mental en nuestro país. Nuestra labor principal es ofrecer a los usuarios otra mirada informada sobre sus problemas subjetivos, así como otras posibilidades y alternativas para abordarlos. Contacto: [email protected]

 

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