Cuando Lucía Hiriart recomendaba a las mujeres pobres hacer sopitas con cáscaras de papas para reemplazar a la cazuela

El programa de trabajo fácil del PEM y el POJH fue la gran humillación que hizo la dictadura con la fuerza laboral de un país abofeteado por el desempleo.

Por Absalón Opazo

16/12/2021

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«Juntando cáscaras de papas, bien lavadas, pueden hacer una sabrosa sopa que reemplazará la cazuela agregándole una coronta de choclo», recomendaba la entonces «primera dama de la Nación», Lucía Hiriart, a la población de Chile que sufría los estragos de la pobreza en pleno crack económico, en 1983.

La historia la recuerda Pedro Lemebel, en una de sus crónicas sobre el PEM y el POJH, programas de trabajo «instantáneo» que se implementó en las municipalidades para hacer frente a la creciente desocupación laboral. Según Lemebel, mas bien para «disfrazar la cesantía».

«La propaganda rezaba que si usted no tenía laburo, si usted era jefe de hogar y estaba cesante, que corriera a la municipalidad más cercana a inscribirse en el plan de trabajo instantáneo del PEM y el POJH, que diera sus datos, su edad y especialización, y en menos que canta un gallo sería llamado para integrarse a una cuadrilla de trabajo municipal», relata Lemebel en su crónica.

Estas cuadrillas estaban integradas por mujeres y hombres jóvenes y mayores, quienes realizaban tareas que a veces resultaban insólitas: Mover piedras de una vereda a otra, o hacer hoyos toda la mañana para después taparlos por la tarde.

«Santiago se despertaba mirando esas manadas de obreros del PEM y el POJH sembrando de pasto y florcitas los bandejones de las avenidas», apunta Pedro Lemebel. En este punto de la crónica, aparece la figura de la «primera dama», Lucía Hiriart, quien llega de visita a una población acompañada por las mujeres de Cema Chile. Prosigue Lemebel:

«En el gimnasio municipal, se reunía la señora del dictador con las mujeres del PEM y el POJH, las abuelas, madres, tías y sobrinas que la escuchaban con rabia y pena. La oían en silencio dando sus conferencias para sobrevivir en estos tiempos difíciles. Saquen papel y lápiz, les ordenaba una secretaria, para que anoten las ricas recetas de comida barata que ustedes pueden hacer con desperdicios…»

«Juntando cáscaras de papas, bien lavadas, pueden hacer una sabrosa sopa que reemplazará la cazuela agregándole una coronta de choclo. No boten las cáscaras de manzana porque pueden hacer un lindo kuchen para la once, decorado con granos de uva que se recogen en la feria. Ustedes no saben lo que puede hacer la imaginación en estos tiempos de crisis. Sobre todo en la cocina popular. ¿No es cierto, Laurita Amenábar? No boten las sobras ni los cuescos, ni los huesos que es pura vitamina si los muelen, o también pueden hacer artesanías que enseñan las profesoras de Cema Chile…»

«No son épocas para desperdiciar la comida, decían las damas encopetadas, despidiéndose de las tristes mujeres, alineadas en las veredas, con una banderita en la mano, saludando a las señoras paltonas de la comitiva presidencial», cierra Lemebel.

Se trata de una de las páginas más crueles de la historia de Chile. Por esa época, la primera dama también solía aparecer en portadas de revistas vistiendo carísimos vestidos y mostrando todo el lujo que en ese momento ostentaba. Lo de la comida era entonces solo una más entre muchas crueldades que la elite gobernante ejercía contra una población que transcurridos diez años de Dictadura no aguanto más y empezó a manifestarse masivamente contra el régimen. Año 1983.

Cierra Lemebel: «El programa de trabajo fácil del PEM y el POJH, fue la gran humillación que hizo la dictadura con la fuerza laboral de un país abofeteado por el desempleo. A cambio de una mísera paga y la limosna de un paquete de mercaderías, cientos de chilenos y chilenas eran usados en labores decorativas, trabajos inútiles, quehaceres degradantes para la inteligencia de la clase proletaria. El gallardo pueblo chileno, formado en largas filas afuera de las municipalidades, para recibir las migajas del presupuesto nacional que dejaban los milicos y los yuppies».

Foto Portada: Archivo Agencias

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