Los imaginarios sobre la Patagonia: de tierra de pioneros a reserva de vida

Una nueva racionalidad está mudando los negocios. De la noción de tierras para explotar sus recursos pasamos al de poseerlas para conservarlas. Ocurre así en la Patagonia, vendida a un alto precio en las últimas décadas como la última reserva de vida. Un nuevo edén que invita a invertir, imaginario que se superpone al anterior de tierra de colonos o estancias ovejeras. Dicha mudanza es analizada por el geógrafo Enrique Aliste, quien da cuenta de que el discurso ambiental en vez de horadar el capitalismo, le da un reimpulso con etiqueta verde.

Los imaginarios sobre la Patagonia: de tierra de pioneros a reserva de vida

Autor: Mauricio Becerra

La palabra Patagonia despierta imágenes frondosas. Para algunos son velos de cataratas cayendo de fiordos, otros piensan en anchos ríos de aguas prístinas y algún otro imaginará montañas tupidas de bosque nativo cubiertas con niebla. Si vamos más atrás aparecen las imágenes de aguerridos colonos esparcidos por territorios sin caminos; aserraderos de árboles o campos con ovejas pastando. Si vamos a fines del siglo XIX, la fotografía dará cuenta de estancias ganaderas, el exterminio de los últimos habitantes nativos libres y una colonización con acento croata.

Cada época tiene su imagen de los territorios. Y la Patagonia, referente universal del fin del mundo, ha pasado en las últimas décadas de ser una tierra de pioneros a ser concebida –Douglas Tompkins, No a las represas en Patagonia, expansión del capitalismo verde de por medio- como una “reserva de vida”. Del ovejero inmortalizado en una estatua en Punta Arenas pasamos a una ubérrima naturaleza vendida como un paisaje sin historia.

Dicho tránsito en el imaginario de los territorios del fin del mundo es el tema del libro ‘La reinvención de la naturaleza en Patagonia-Aysén. Imágenes, discursos y deseos’, editado por Enrique Aliste, Andrés Núñez y Ayleen Martínez-Wong (LOM Ediciones, Santiago, 2023).

El Ciudadano conversó con Enrique Aliste, profesor del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile. Es doctor en Geografía y Estudios del Desarrollo por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS de París). En 2018 fue galardonado con el Premio Nacional de Geografía que otorga la Sociedad Chilena de Ciencias Geográficas. Sus primeras aproximaciones a la Patagonia fueron a partir de investigaciones que documentaron el proceso de venta de grandes extensiones de tierras de los antiguos colonos al nuevo capital inmobiliario verde, que ha acumulado tierras principalmente en las comunas de O’Higgins y Tortel.

-Una de las primeras representaciones de la Patagonia fueron dibujos de gigantes y leones. ¿qué vez en dichas imágenes?

– Tiene que ver con la posibilidad de observar. Desde el punto de vista de las epistemologías que están en juego nosotros describimos lo que conocemos, pero nos cuesta mucho describir lo que no conocemos. Cuando uno ve los antiguos dibujos de la Patagonia, para describir los pumas son vistos como leones, siendo dibujado el león africano. La hipótesis es que en el traspaso del testimonio de seguro vieron un puma, pero como estos dibujos se hacían en Europa, no se hacían in situ, cuando decían la presencia de felinos, ellos imaginaban al león africano. Otra cosa es el patagón, descrito como gigante tenía que ver con lo que se ponían en los pies los aonikenk para desplazarse. De esta forma se fue alimentando una mitología mezclada con relatos fantásticos, conocimientos parciales y mucho trabajo que se hizo en gabinete construido sobre los relatos de quienes viajaban.

-En los relatos también aparecen seres fantásticos.

– Son varias los relatos de seres fantásticos. La más conocida es el Puerto del Hambre, que originó su nombre cuando descubrieron que los que habían llegado en una expedición estaban todos muertos. Uno de los relatos que se heredó decía que estaban pasando hambre y lo que aparecían eran arañas gigantes que salían del mar, probablemente eran centollas. No se las comieron por ser arañas gigantes. El relato fantástico respecto de estos lugares salvajes estaba dominado por la condición teratológica que había que en los mares estaban plagados de monstruos, que eran lugares hostiles. Y sobre la Patagonia, al estar en el fin del mundo, su imagen se fue alimentado por todos estos mitos.

-Vamos a la época republicana, cuando comienza a configurarse la imagen del colono que va a poblar tierras remotas.

– Una de las tempranas colonizaciones de este tipo fue en la zona de Llanquihue con la colonización alemana promovida por Vicente Pérez Rosales, quien argumentaba que la llegada de europeos, fundamentalmente alemanes, iba a significar la llegada de progreso, y riqueza. En la Patagonia esta idea también se reprodujo, de sobrevaloración de la colonización europea, lo que implica que la presencia británica fuera muy fuerte. La élite magallánica tiene este vínculo con la corona.

-El colono encarnaba así un ideario civilizatorio.

– Está la idea de instalarse, de generar proyectos económicamente rentables, lo que se expresó en la ganadería, algo que sabían hacer los europeos, con todo lo que significó ecológicamente para la región. Fue instalar una industria, un sistema particular de ocupación que tuvo consecuencias de exterminio para los pueblos originarios de allá. Recién hoy podemos conocer la brutalidad, las dimensiones de esa colonización, con las cacerías, los zoológicos humanos, entre otras cosas que se realizaron. Era una mentalidad de fines del siglo XIX y principios del XX, expresados en la frase de Vicuña Mackenna de la civilización contra la barbarie. Son señales que dan cuenta de que las ideas de la época era terminar con cualquier vestigio o situación que nos conectara con lo salvaje, porque había que ser capaces de superar ese salvajismo y traer civilización, que es la idea del acto civilizatorio.

-En un ideario que aún perdura, en esa época el progreso era visto como una lucha contra la naturaleza.

– Tiene una cosa muy bíblica de por medio: tomar y someter a la naturaleza. Sin embargo, era llevado de la mano por el naturalismo: conocer la naturaleza para dominarla, una idea que encontramos en los discursos anarquistas incluso. Cuando se lee a Kropotkin e incluso en Diderot está esta idea de que la base del conocimiento es encontrar la libertad, lo que se puede a través del uso del pensamiento, de la razón, lo que nos va a hacer libre porque nos van a permitir dominar la naturaleza. Este conocimiento de la geografía tiene que ver con esta idea de conocer la naturaleza como el camino hacia la libertad.

-Y en Patagonia esa idea se expresaba como el triunfo final en un espacio remoto.

– Hay una contradicción importante en el discurso moderno de la razón: La afirmación del uso irracional de los recursos hechos por los indígenas aludiendo a que la sobreexplotación sería racional. Es todo lo contrario, la sobreexplotación y toda la crisis ambiental es producto del uso de la razón, es producto de la racionalidad. Es producto de la modernidad civilizatoria porque somete a la naturaleza al servicio de la humanidad. Esta narrativa cae en este tipo de contradicciones, porque nosotros podemos resignificar cómo leer e interpretar estos elementos incorporados en el conocimiento construido sobre lo natural.

DOUGLAS TOMPKINS Y LA “RESERVA DE VIDA”

-En las últimas décadas hay un giro en la representación de la Patagonia de tierra de pioneros a reserva de vida ¿podrías explicarnos que observas allí?

– El capitalismo no es sólo explotación, puede ser conservación ahora. Con Andrés Núñez comenzamos a trabajar con la idea de un territorio que se resignifica. Primero tenemos esta idea del aislamiento geográfico, de estos territorios alejados del progreso. Es una condición de marginalización producto de la distancia, de no ser parte de los circuitos económicos del capital. Por eso se les veía mucho con esa idea del rezago, de quedar atrás. Piensa que en los planes de desarrollo la idea era cómo integrar esas regiones, cómo traerla más cerca. Estaban estos proyectos de crear industria, dinamizarla con empleos, cómo sacarla de un supuesto estado de salvajismo, esa supuesta desventaja.

-¿Hubo actores que ayudaron en resignificar esa imagen de la Patagonia?

– Un actor fundamental fue Douglas Tompkins en los 90, y antes que él hubo un grupo, quienes fueron los del proyecto Operación Raleigh, que era práctica de los británicos como una salida de campo para hacer conexión con la naturaleza y estar en la vida salvaje. La mitología dice que vino hasta el actual príncipe William de Inglaterra cuando era joven. Hay un valor que se comienza a dar de la Patagonia chilena que empieza a ser representada como un espacio de los ríos más turbulentos para hacer kayac, tirarse en balsas, un espacio de desafíos. Se comienza a poner en valor esto de lo prístino.

-Hay un cambio de valoración en esas incursiones.

– Todo lo que convertía a esta tierra en no productiva, que hacía difícil no ser parte del progreso, pasa a ser ahora de interés. Como decía uno de nuestros testimonios recogidos de alguien que decía que su tierra no valía nada porque había puros ríos y árboles. No puedo meter más de un centenar de vacas, decía. La idea de economía tenía que ver con eso: o hacías leña o producías madera o criabas animales. Eran las ideas instaladas en esta geografía económica más clásica. Y aparece un gringo que dice que estas tierras servían para la conservación.

-El rol de Douglas Tompkins fue entonces clave en los noventa en la representación de un interés por la conservación.

– Primero llegaron desde California los de Ancient Forest, organización que es la que contacta a Tompkins y lo convencen para comprarse estas tierras, porque eran los últimos bosques templado-lluviosos del planeta, con coníferas de gran tamaño. Como él era millonario, viene, se convence tanto que se viene a vivir para acá para desarrollar la conservación e instala este referente: un inversionista gringo que viene y compra tierras, pero que no quiere explotar.

-Se trató de un giro radical a las discusiones económicas de la época.

– Piensa que estamos en Chile a principios de los noventa y va en contra de toda la racionalidad instalada: aparecen allí testimonios del entonces senador Páez, el ex-presidente Eduardo Frei, ingeniero hidráulico y socio de Sigdo Koppers. En todo el espectro político estaba la sospecha sobre Tompkins, que se les hizo todos los cuestionamientos posibles, no hecho a la Forestal Trillium que tenía unas compras mayores a las de Tompkins en Tierra del Fuego para hacer chips. O sea, Forestal Sirium llega y no tiene problema porque es una forestal que viene a explotar el bosque y generar riqueza; Tompkins compra y no quiere hacer nada y todos sospechan.

-Fue un golpe a la racionalidad económica basada en la explotación intensiva de los recursos naturales.

– Esto tiene que ver con el conflicto en la racionalidad, y ahí empieza a operar el imaginario del progreso instalado en la zona: animales, leña o pastoreo. De pronto los inversionistas locales comienzan a mirar con más atención estas nuevas ideas conservacionistas. En paralelo, el tema ambiental comienza a posicionarse en el planeta, los compromisos ambientales. Tenemos la Cumbre de 1972 en Estocolmo; en 1987 se crea el concepto de desarrollo sustentable. Luego la Cumbre de Río de Janeiro en 1992 y el Protocolo de Kioto después. Son compromisos que van posicionando el tema a nivel de Naciones Unidas y aparecen compromisos que firman los países. Aparece esta idea de que conservar puede ser un buen negocio.

-Aparece el concepto de ‘reserva de vida’.

– La estructura discursiva de reserva de vida se posiciona. En el fondo se trata de una reserva que se guarda para usar en algún momento, tener en stock. Pero para tener valor y que signifique algo tiene que promoverse como tal. Tiene que producir una plusvalía. La salida para esto fue hacer ecoturismo. Un turismo de intereses especiales, una actividad económicamente alternativa, pero que empiece a generar ingresos de inmediato. Surgió así el interés, cadenas hoteleras que comienzan a instalarse y generar un turismo 5 estrellas que los simples mortales no conocemos.

-Y qué pasó con el impacto de esta nueva racionalidad en los modos de vida de los colonos.

– Los colonos comienzan a ver valorizados sus espacios y comienzan a vender en una asimetría imposible de poner en una dimensión justa. Hemos podido documentar que viejos que creen que vendieron muy bien sus tierras, la asimetría de información y el contexto global en que se transan estas tierras, en la práctica perdieron. Vendían 1.200 hectáreas a 10 millones de pesos porque en su percepción tenían puros ríos, lagos, hielos y bosque. Hoy en esas tierras tienes un proyecto turístico millonario. Son campesinos que vieron por primera vez en su vida 10 millones de pesos en maletines con plata arriba de la mesa, lo que parecía mucho dinero.

LA INDUSTRIA DEL HIDRÓGENO VERDE

-En la actualidad la Patagonia también se debate en torno al hidrógeno verde. Sobre dicho espacio imaginado como prístino se piensa instalar una industria con el apellido de verde, lo que conlleva una nueva resignificación.

– El gran debate hoy es que tan verde es el hidrógeno. Se sabe muy poco del tema. Nos pusimos a trabajar con un colega el tema sobre la construcción de la expertice en hidrógeno verde y hemos detectado que la mayor parte de quienes han publicado son expertos en muchas cosas y que llegaron al tema por necesidad. En realidad, no se sabe tanto. Sí es cierto que se trata de una industria que requiere grandes volúmenes de energía.

-Se presenta al hidrógeno con apellido de verde en el marco de las energías alternativas.

– En teoría en la Patagonia se puede desarrollar energías limpias, como potencial eólico y las corrientes marinas, algo que desde hace años está en fase de estudio. Pero se presenta esto como energías alternativas, como la mareomotriz por ejemplo, las que resultan ser alternativas de las energías vigentes hasta que se tornan realidad. Así fue con las centrales de pasada o las centrales eólicas. Las alternativas dejan de ser alternativas cuando se vuelven realidad.

-Dichas alternativas han sido presentadas constantemente por el activismo ecológico.

– El argumento que estamos trabajando es discutir el imaginario que las luchas ambientales son una alternativa al capitalismo, algo instalado en el movimiento ambiental. Esa metáfora de los sandías: verde por fuera y rojo por dentro. Se expresa en libros como el de Hervé Kempf, Para salvar el planeta, salir del capitalismo (2009). Ahí está el imaginario de que las luchas ambientales nos salvarán del capitalismo, pero lo que nos muestra la Patagonia es que el capitalismo se salva a través de los discursos ambientales, porque se perfecciona en esta reinvención permanente. Porque el capitalismo siempre está buscando estas formas de reinventarse para mantener su vigencia, estas formas de circulación dentro del capital. De esta forma, el discurso ambiental es una de las vías que salva al capitalismo al ofrecerle alternativas.

Por Mauricio Becerra R.

El Ciudadano

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