Aftersun: Sobre hijos y ausencias, por Germán Carrasco

"Vi esta película bellísima el día que nombraron a Juan Carvajal como asesor de comunicaciones en La Moneda, un hombre diestro y sin escrúpulos que defendió a algunos casos como Penta, Blanco y Negro, cercano a Bachelet, a Piñera, a Golborne. Un pragmático sin escrúpulos, con un muerto en su conciencia..."

Por Absalón Opazo

26/07/2023

Publicado en

Chile / Columnas

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Con cierto temor al ternurismo en boga, vi la película Aftersun, ópera prima de la escocesa Charlotte Wells. Prejuiciado por ese tema, que ha sido reventado por la narrativa que parece escribir entre varios una sola novela sobre infancia en dictadura o sobre hijos propios o ajenos. Vale la pena revisar. Siempre menciono The Pianoplayers de Anthony Burgess, una novela de un músico ambulante con su hija. En la novela de Burguess se ve pobreza, comparten pieza, la niñita tiene su periodo, el papá intenta inventar maneras de sobrevivir haciendo música ambulante. Siempre la menciono porque toca el tema con maestría, creo yo.

Nuestro súper novelista, Alejando Siempre no suelta el tema hijos hace zambras. Está bueno ya, yo creo. Lo soltó para escribir esa sucesión de chistes fomes que se llama Poeta Chileno, en donde se burla de otros poetas pero promueve, como siempre, a su caballo cojo que trata de imponer a chancacazos: Andrés Andwanter con sus libretitas que escribe como quien escribe cualquier cosa dice él, “por escribir”, inofensivamente como siempre. Agréguese la academia y sus tesis infinitamente lateras avivándoles el baile a las novelas de infancia en dictadura, y el guiño obvio al feminismo que les hace Zambrancio y que al parecer, la academia todavía no descifra pero cuando lo haga lo va a incorporar hasta reventarlo porque ahora la van a llevar ciertas masculinidades, al parecer, aunque no creo. Acá las militancias son duras. 

Toda esa mierda emo me hizo acercarme con bastante prejicio a Aftersun.

Son pocas las novelas y películas de padres con su hijas. Aftersun es una, y está dirigida por una directora y es una felicidad visual y una máquina de gatillar recuerdos hermosos. La actuación de Paul Mescal (Irlanda 1996) no sólo es magistral y con justa razón se llevó Oscar, Baftas y Globos de Oro, sino que la fluidez que logra con la onceañera Frankie Corio (Escocia 2010), también nominada en este debut a reconocimientos, hacen una pareja creíble, sin ninguna impostura.

El personaje de Mescal es masculino, pero culto y sensible, lee a Margaret Tait y hace Tai chi luego de, suponemos, haberse lesionado haciendo deportes de contacto por el yeso en su mano. Es masculino, nítido, no es una masculinidad retorcida ni extraña, es un hombre de trabajo, cuida su cuerpo, tiene un  humor leve con un dejo tristón y melancólico de varón de barrio: es en definitiva, un hombre.

La directora saca lo mejor de esta pareja que nos pasea por sus vacaciones en un sur de Europa no glamoroso pero tampoco pobretón, porque la película no recurre a estridencia alguna para emocionarnos. El es un hombre nítido, delgado, democrático, quizás le guste el fútbol; ella es una niña encantadora de mirada inteligente, juega pool con adolescentes mayores que ella, se da su primer beso con un niño de su edad. Son completamente cómplices con el papá aunque él marca suavemente algún que otro límite. El lugar es un resort con juegos electrónicos antiguos, turistas cantando karaoke, unos gorditos bailando la macarena para entretener a los turistas, billares, todo muy tranqui; podríamos estar en la parte no cuica del litoral central.

La fotografía es un logro pero está al servicio de la película y no se torna protagónica ni pomposa, enmarca a la pareja, porque eso son este padre y esta hija: una pareja. La directora le imprime a la película un ritmo que nos va a hacer recordar las vacaciones con uno de los padres en el litoral. Ella quiere vivir para siempre en ese balneario con él. Él también.

Deben perdonarme por el cambio de tema que es un balde, más que de agua fría, un balde con olor a sangre y a dinero raro. Vi esta película bellísima el día que nombraron a Juan Carvajal como asesor de comunicaciones en La Moneda, un hombre diestro y sin escrúpulos que defendió a algunos casos como Penta, Blanco y Negro, cercano a Bachelet, a Piñera, a Golborne. Un pragmático sin escrúpulos, con un muerto en su conciencia. Pero la política es lo que es, sin quejarse se supone. Si es ingenuo o no exigir juego limpio es decisión personal, a estas alturas encuentro sabio no hacerse ninguna ilusión política.

Pero si hablamos de hijos, o de hijos entregados para ser asesinados, cambia la manera de ver las cosas. No pude dejar de recordar las entrevistas que dio Ana María Antonioletti, madre de Ariel Antonioletti, un militante del Movimiento Juvenil Lautaro, a quien Carvajal entregó para que asesinaran. Así de simple.

Más allá de analizar el rol de los jóvenes que se toman en serio las demandas sociales y toman decisiones bruscas, decisión bastante normal en un país como el nuestro, no tan distinto a la Sudáfrica del Apartheid, pensé en esa madre y ese hijo. Lo conocí personalmente en el Liceo, ayudaba con las tareas de matemáticas o lenguaje a los más lentos en el Liceo Gabriela Mistral, era luminoso, magnético pero sencillo, extremadamente corto de vista. El primer muerto en democracia.

Ver a Carvajal ingresando a La Moneda hiela la sangre y es otra bofetada de un país que se oscurece cada vez más. Leí esa noticia luego de ver una de las películas más hermosas de relaciones de paternidad e hijos.

Muy bien, ahora, el descaro de la auto-referencia. He escrito sobre el tema paternidades, hijos, en un texto en el que imagino a un Abraham que decide no acatar la orden divina y decide no sacrificar a su hijo. Uno se replantea todo con el nacimiento de un hijo. En su documental Storytelling, Donna Haraway dice que habría que celebrar ritual y colectivamente la decisión de no tener hijos y también la de tenerlos. Es hermoso lo que piensa ella, cómo convivir y morir juntos en un mundo que ya colapsó.  

En dictadura recuerdo haber visto la siguiente situación al lado de mi casa: el padre borracho empieza a destruir la casa y a ponerse violento, la familia llama a Carabineros. Cuando llega Carabineros el padre le muestra la pieza del hijo llena de cajas de panfletos y revistas clandestinas. Plena dictadura. El carabinero podría haberse llevado al hijo mayor que probablemente ahora estaría muerto. Pero ese carabinero no lo hizo. Le dijo al padre: usted no puede estar haciendo esto, a mí me llamaron por amenazas de lesión y escándalos los vecinos y su familia, y eso haré, y tomó preso al padre olvidando la escena de traición. Se comportó como un hombre.

Hay en todos lados gente así. Hombres y mujeres de verdad. No habían celulares para grabar eso, yo escuché todo desde la ventana. Escribía todo en ese tiempo. Pero ese tipo de cosas, no libretitas con el sonido de las cañerías.

Las cosas coinciden, se llaman la una a la otra y esa noche recibí un mail de mi hijo con el que me intento comunicar hace meses. En mi reciente visita a Argentina, donde él vive, pude almorzar dos veces con él. Luego me topé accidentalmente con su madre, cosa que no debería haber ocurrido porque no hay comunicación y fue un error del destino topármela en la calle. Me dijo que los regalos que yo le llevaba no le gustarían a mi hijo. Luego de eso mi hijo dejó de hablarme durante meses hasta esta noche, en que luego de ver Aftersun, me recordó haberlo llevado a la nieve en Chillán cuando niño, o de haber recorrido, sin tener otro lugar dónde llegar, el Shopping Abasto y haber visto dos películas y haberlo invitado dos veces a comer porque estaba lloviendo muchas veces, de manera que el shopping era nuestra casa, y haber hablado ahí de política, de arte, de música, o haber ido con él al jardín japonés, en fin, recordé momentos similares a Aftersun, y leo un mail suyo que a sus dieciséis años dice que decidió no hablarme más. Y no es cualquier adolescente, tiene lecturas y he hablado con él, por eso sé que habla en serio, “aunque es un adolescente”, trato de consolarme, y trato de recordar las escenas hermosas de Aftersun pero recuerdo a Ariel Antonioletti y a su madre, y recuerdo a muchos de mis amigos en Argentina y Chile a quienes sus parejas no les permiten ver a sus hijas o hijos.

Pero, consuelo de tonto o máxima budista, me repito: addica, todo pasa, estos momentos oscuros en términos políticos pasarán. No es así:  vienen peores quizás porque el turno de la derecha a la que se le está pavimentando el camino, va a ser revanchero y con saña. Está todo un poco oscuro. Se acaba de morir Sinead O’Connor, un año y medio aproximadamente luego de la muerte de su hijo. Señaló en su momento sobre la muerte de Sean: Desde entonces, vivo como una criatura nocturna. Fue el amor de mi vida, la lámpara de mi alma.

Recuerdo cuando vino a Chile y cantó I’m stretching on your grave (una elegía anónima irlandesa del siglo XVII) haciendo una fusión de baile irlandés con cueca, que le dedicó la canción a Rodrigo Rojas. Pienso en la figura del hijo muerto, en los padres. Recuerdo a O’Connor cantando descalza. Recuerdo que todas se raparon, que todo el mundo quería ir a Argentina a ese recital que se hizo para sacarnos de encima a los milicos. No sé cómo la habrá tratado su país, pero a una mina así había que cuidarla, con médicos, corretearle a los periodistas a palos, dejar que componga y viva en paz, porque hay gente que trabaja con el dolor, la violencia, la alegría intensa, y que muere como murió Violeta Parra, sola, sin el cariño que ellos entregaron con cuática. Adicca, todo va a pasar, que un adolescente decida no hablarte ojalá pase, ojalá en menos de un año, ojalá durante la menor cantidad de tiempo posible.

Por lo pronto, agradezco y recomiendo Aftersun.  El cine es un verdadero respiro a veces.

Por Germán Carrasco.-

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